Se había enamorado con 5 años
del compañero triste del parvulario.
Era el niño llorón como el muñeco
que le había regalado su tía abuela.
Era también miedoso y algo serio
cuando le preguntaban su nombre entero.
Se acabó el colegio y aún quería
a su compañero triste y pequeño.
Quiso volver al parque donde sabía
que el niño jugaba solo en la arena.
Volvió a enamorarse del hombre triste
cuando los atrapó a los dos la adolescencia.
Veía en sus largas depresiones
un filósofo que solo entendía ella.
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