Lo llamó con las prisas
que tiene la amante
que no sabe de horas
sino de instantes.
Él le dijo espera
y le metió marcha
a aquella clase
de señores grandes.
Todos aprendían
algo de informática
que no entendían,
pero trampeaban.
Él era el más sabio
de aquella clase
donde se sumaban
cuatrocientos años.
Llegaba la hora
de marchar muy rápido
para ser el novio
de la presumida
vecina del 4º.
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