Entre un cubata
y un coñac largo
recuerda al niño
que lleva su nombre
hijo de una noche
que no fue su noche
mientras una luna
jugaba a esposa.
Le dijo a la luna:
¡ahí te quedas sola!
Regresó a casa
y no volvió nunca
al hogar que tuvo
siendo aún tan joven.
La luna le dijo:
¡No me dejes sola!
Vio en su sobrino
al hijo que tuvo
con los mismos años,
con distinto nombre.
La luna seguía
diciendo: ¡Es tuyo!
No le hizo caso
nunca a la luna
porque se le hacía
el niño un mundo.
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